domingo, 6 de septiembre de 2020

Liturgia de las Horas para Latinoamérica - Lunes, Salterio III - TO


LAUDES - Oración de la mañana


“El Dios que buscamos no está lejos de nosotros,
ya que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia."
San Columbano

Toda su temática alude al despertar y a su equivalencia simbólica con la resurrección. 
En las comunidades religiosas, el horario habitual es las 7 de la mañana, 
aunque, naturalmente, se debe adaptar al propio ritmo de vida: lo normal es entre 6 y 10 hs.
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Invitatorio
Cuando Laudes es la primera oración litúrgica de la mañana se puede agregar el salmo Invitatorio antes del himno.
Esta invocación inicial se omite cuando las Laudes empiezan con el Invitatorio.

En el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin. (Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V.  Señor abre mis labios.
R.    Y mi boca proclamará tu alabanza.
V.    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R.    Como era en el principio, ahora y siempre,
        por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Salmo del Invitatorio
Luego puede decirse el salmo del Invitatorio, con su antífona, como se indica al comienzo,
o, si se prefiere, omitido el salmo, se dice en seguida el himno. (Cuando se aplica la forma responsorial,
la asamblea repite la antífona después de cada estrofa)


Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo,
otros cantos oportunos y debidamente aprobados.


El salmo 94 puede sustituirse por el 99, el 66 o el 24. En tal caso,
si el salmo escogido formara parte de la salmodia del día, se dirá en su lugar, en la salmodia, el salmo 94.
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Ant. ¡Entremos en presencia del Señor dándole gracias! 

Salmo 94 Invitación a la Alabanza Divina
Anímense unos a otros cada día, mientras dura este hoy, para que nadie se endurezca seducido por el pecado. Heb. 3, 13


Se repite la antífona al final de cada párrafo:

Vengan, aclamemos al Señor,
     demos vítores a la Roca que nos salva;
     entremos a su presencia dándole gracias,
     aclamándolo con cantos.


Porque el Señor es un Dios grande,
     soberano de todos los dioses:
     tiene en su mano las simas de la tierra,
     son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
 
     la tierra firme que modelaron sus manos.


Vengan, postrémonos por tierra,
     bendiciendo al Señor, creador nuestro.
     Porque él es nuestro Dios,
     y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.


Ojalá escuchen hoy su voz:
     «No endurezcan el corazón como en Meribá,
     como el día de Masá en el desierto;
     cuando sus padres me pusieron a prueba
     y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.


Durante cuarenta años aquella generación me repugnó,
     y dije: Es un pueblo de corazón extraviado,
     que no reconoce mi camino;
     por eso he jurado en mi cólera

     que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre, 
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. ¡Entremos en presencia del Señor dándole gracias!
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Salmo del Invitatorio (Opcional)
El salmo 94 puede sustituirse por el 99, el 66 o el 24. En tal caso,
si el salmo escogido formara parte de la salmodia del día, se dirá en su lugar, en la salmodia, el salmo 94.

Ant. ¡Entremos en presencia del Señor dándole gracias!

Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
     sirvan al Señor con alegría,
     entren en su presencia con vítores.

Se repite la antífona.

Sepan que el Señor es Dios:
     que él nos hizo y somos suyos,
     su pueblo y ovejas de su rebaño.

Se repite la antífona.

Entren por sus puertas con acción de gracias,
     por sus atrios con himnos,
     dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repite la antífona.

«El Señor es bueno,
     su misericordia es eterna,
     su fidelidad por todas las edades.»

Se repite la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. ¡Entremos en presencia del Señor dándole gracias!
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Himnos
Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos. 
Éstos introducen en la celebración un elemento que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico.
Además de éstos Himnos, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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 Himno: Eres la luz y siembras claridades.

Eres la luz y siembras claridades;
     abres los anchos cielos que sostienen,
     como un pilar, los brazos de tu Padre.

Arrebatada en rojos torbellinos,
     el alba apaga estrellas lejanísimas;
     la tierra se estremece de rocío.

Mientras la noche cede y se disuelve,
     la estrella matinal, signo de Cristo,
     levanta el nuevo día y lo establece.

Eres la luz total, Día del Día,
     el Uno en todo, el Trino todo en Uno:
     ¡gloria a tu misteriosa teofanía! ¡Amén!
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Himno: Dador de luz espléndido (opcional).

Mis ojos, mis pobres ojos
     que acaban de despertar
     los hiciste para ver,
     no sólo para llorar.

Haz que sepa adivinar
     entre las sombras la luz,
     que nunca me ciegue el mal
     ni olvide que existes tú.

Que, cuando llegue el dolor,
     que yo sé que llegará,
     no se me enturbie el amor,
     ni se me nuble la paz.

Sostén ahora mi fe, pues,
     cuando llegue a tu hogar,
     con mis ojos te veré
     y mi llanto cesará. ¡Amén!
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SALMODIA
Es un conjunto de salmos y cánticos bíblicos tanto del antiguo como del Nuevo Testamento que componen la Liturgia de las Horas. 
Éstos son el núcleo principal del Oficio y también su parte más extensa.
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Ant 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Salmo 83: Añoranza del Templo. 
                           No tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura. (Heb. 13, 14)

¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
     Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor,
     mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido
     donde colocar sus polluelos:
     tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre.
     Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
     al preparar su peregrinación:

cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis,
     como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones;
     caminan de altura en altura hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob.
     Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo, mira el rostro de tu Ungido.

Un solo día en tu casa vale más que otros mil,
     y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria,
     el Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Bendice a tu pueblo, Señor.
Tú nos has dado la ley para que podamos caminar de fortaleza en fortaleza
y elevarte nuestras mentes desde este valle de lágrimas.
Que podamos recibir los regalos que Jesús ha ganado para nosotros.

Ant. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
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 Ant 2. Vengan, subamos al monte del Señor.

Cántico Is 2,2-5:  El monte de la casa del Señor en la cima de los montes.
                                                Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento. (Ap 15,4)

Al final de los días estará firme
     el monte de la casa del Señor,
     en la cima de los montes,
     encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,
     caminarán pueblos numerosos.
     Dirán: «Vengan, subamos al monte del Señor,
     a la casa del Dios de Jacob:

él nos instruirá en sus caminos
     y marcharemos por sus sendas;
     porque de Sión saldrá la ley,
     de Jerusalén, la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones,
     el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,
     de las lanzas, podaderas.
     No alzará la espada pueblo contra pueblo,
     no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre, 
     por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.    Vengan, subamos al monte del Señor.
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Ant 3. Canten al Señor, bendigan su nombre.

Salmo 95: El Señor, rey y juez del mundo.
Cantaban un cántico nuevo delante del trono, en presencia del Cordero. (cf. Ap 14,3)

Canten al Señor un cántico nuevo,
     cante al Señor, toda la tierra;
     canten al Señor, bendigan su nombre,
     proclamen día tras día su victoria.

Cuenten a los pueblos su gloria,
     sus maravillas a todas las naciones;
     porque es grande el Señor,
     y muy digno de alabanza,
     más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
     mientras que el Señor ha hecho el cielo;
     honor y majestad lo preceden,
     fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamen al Señor,
     aclamen la gloria y el poder del Señor,
     aclamen la gloria del nombre del Señor,
     entren en sus atrios trayéndole ofrendas.

Póstrense ante el Señor en el atrio sagrado,
     tiemble en su presencia la tierra toda;
     digan a los pueblos: «El Señor es rey,
     él afianzó el orbe, y no se moverá
     él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra,
     retumbe el mar y cuanto lo llena;
     vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
     aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra:
     regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Señor, has renovado la faz de la tierra.
Tu Iglesia en todo el mundo te canta una nueva canción,
anunciando tus maravillas a todos. A través de una virgen,
has dado a luz un nuevo nacimiento en nuestro mundo;
a través de tus milagros, un nuevo poder;
a través de tu sufrimiento, una nueva paciencia;
en tu resurrección, una nueva esperanza,
y en tu ascensión, una nueva majestad.

Ant. Canten al Señor, bendigan su nombre.
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Lectura Breve   Sant. 2, 12-13
Hablen y actúen como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad.
Pues habrá un juicio sin misericordia para quién no practicó misericordia;
pero la misericordia triunfa sobre el juicio.


Silencio sagrado (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.


Responsorio Breve
V. Bendito el Señor ahora y por siempre.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.
V. Solo él hizo maravillas.
R. Ahora y por siempre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito el Señor ahora y por siempre.
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Cántico Evangélico (Benedictus)Los cánticos son tomados del Evangelio de Lucas. Se rezan o cantan de pie, y se hace la señal de la Cruz al principio de su proclamación. 
Los cánticos evangélicos son solo tres: Benedictus, (Laudes) Magnificat  (Vísperas) y Nunc dimittis (Completas).
Por su importancia, la Liturgia de las Horas les ha dejado un lugar privilegiado en Laudes, Vísperas y Completas.
El Benedictus, cántico de Zacarías, padre de Juan Bautista, canta la venida del Mesías, como bendición de Dios, "sol que nace de lo alto", 
por lo que su proclamación en Laudes refuerza el sentido matutino simbólico de la oración.
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Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.

Cántico de Zacarías: Lc 1, 68-79 - El Mesías y su Precursor
                                                    (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
     porque ha visitado y redimido a su pueblo.
     suscitándonos una fuerza de salvación
     en la casa de David, su siervo,
     según lo había predicho desde antiguo
     por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
     y de la mano de todos los que nos odian;
     ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
     recordando su santa alianza
     y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
     arrancados de la mano de los enemigos,
     le sirvamos con santidad y justicia,
     en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
     porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
     anunciando a su pueblo la salvación,
     el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
     nos visitará el sol que nace de lo alto,
     para iluminar a los que viven en tiniebla
     y en sombra de muerte,
     para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
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Preces - Para consagrar a Dios el día y el trabajo

Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres
para que trabajasen concordes para su gloria, y pidamos con insistencia:
R./ Haz que te glorifiquemos, Señor.

Te bendecimos, Señor, creador del universo,
- porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy.

Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana;
- haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.

Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos,
- y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.

A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros,
- concédenos el gozo y la paz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:
- Padre nuestro...

Oración
Señor Dios, rey de los cielos y tierra,
dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones,
nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos;
para que, con tu auxilio, podamos ofrecerte hoy
en todas nuestras actividades un sacrificio de alabanza grato a tus ojos.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Conclusión
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo, utilizando una de estas dos fórmulas finales:
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Fórmula larga:  (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
     custodie sus corazones y sus pensamientos
     en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. ¡Amén!
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
     Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
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Fórmula breve:  (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso,
     Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
        Si se despide de la comunidad añade:
 V. Pueden ir en Paz.
R. ¡Demos gracias a Dios!
        En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. ¡Amén!
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Tiempo Ordinario. Lunes de la Semana III
De la Feria. Salterio III

VÍSPERAS - Oración de la tarde
“En la Eternidad éramos; al nacer comenzamos a existir.
 Existir es ser en el tiempo.

Y al morir dejamos de existir, pero no dejamos de ser.
Somos seres espirituales
que vivimos una aventura terrenal".
 Teilhard de Chardin

Sus motivos aluden al fin del trabajo y del día activo, 
y la equivalencia simbólica con la Venida del Señor. 
Un horario entre las 7 y las 10 de la noche es adecuado.
Los días que preceden a una Solemnidad no tienen Vísperas.

Las «Primeras Vísperas» son la misma oración que Vísperas,
pero para los domingos y solemnidades, 
que comienzan la tarde anterior y por eso tienen dos vísperas:
las «primeras», que son la tarde anterior (la del sábado, en el caso de un domingo),
y las «segundas», que son las de la propia tarde cronológica 
(la tarde del domingo, sigue el mismo caso).
Evidentemente, el día anterior 
cede parte de su tiempo al domingo o solemnidad y no tiene vísperas.
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Invocación Inicial
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. ¡Señor, date prisa en socorrerme!
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén,
Aleluya!
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Himnos
Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos. 
Éstos introducen en la celebración un elemento que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico.
Además de éstos Himnos, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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Himno: Languidece, Señor, la luz del día.

Languidece, Señor, la luz del día
     que alumbra la tarea de los hombres;
     mantén, Señor, mi lámpara encendida,
     claridad de mis días y mis noches.

Confío en ti, señor, alcázar mío,
     me guíen en la noche tus estrellas,
     alejas con su luz mis enemigos,
     yo sé que mientras duermo no me dejas.

Dichosos los que viven en tu casa
     gozando de tu amor ya para siempre,
     dichosos los que llevan la esperanza
     de llegar a tu casa para verte.

Que sea de tu Día luz y prenda
     este día en el trabajo ya vivido,

recibe amablemente mi tarea,
     protégeme en la noche del camino.

Acoge, Padre nuestro, la alabanza
     de nuestro sacrificio vespertino,
     que todo de tu amor es don y gracia
     en el Hijo, Señor y el Santo Espíritu. ¡Amén!
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Himno: Horas de la Tarde (opcional)

Hora de la tarde,
     fin de las labores.
     Amo de las viñas,
     paga los trabajos de tus viñadores.

Al romper el día,
nos apalabraste.
     Cuidamos tu viña
     del alba a la tarde.

Ahora que nos pagas,
     nos lo das de balde,
     que a jornal de gloria
     no hay trabajo grande.

Das al vespertino
     lo que al mañanero.

Son tuyas las horas
     y tuyo el viñedo.
     A lo que sembramos
     dale crecimiento.
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SALMODIA
Es un conjunto de salmos y cánticos bíblicos tanto del antiguo como del Nuevo Testamento que componen la Liturgia de las Horas. 
Éstos son el núcleo principal del Oficio y también su parte más extensa.
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Ant 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Salmo 122: El Señor, esperanza del pueblo.
Dos ciegos… se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!». (Mt 20,30)

A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
     fijos en las manos de sus señores,
     como están los ojos de la esclava
     fijos en las manos de su señora,
     así están nuestros ojos
     en el Señor, Dios nuestro,
     esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
     que estamos saciados de desprecios;
     nuestra alma está saciada
     del sarcasmo de los satisfechos,
     del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Padre celestial, levantamos nuestros ojos hacia ti y rezamos:
confunde el desprecio de los orgullosos y muéstranos tu misericordia.

Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
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Ant 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 123: Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
                                  Dijo el Señor a Pablo: «No temas…, que yo estoy contigo». (Hch 18,9.10)

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
     -que lo diga Israel-,
     si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
     cuando nos asaltaban los hombres,
     nos habrían tragado vivos:
     tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
     llegándonos el torrente hasta el cuello;
     nos habrían llegado hasta el cuello
     las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
     en presa a sus dientes;
     hemos salvado la vida, como un pájaro
     de la trampa del cazador:
     la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
     que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Señor Jesús, predijiste que tus discípulos serían despreciados por tu nombre,
pero que nunca se dañaría un pelo de sus cabezas.
En tiempos de persecución,
defiéndenos y reavívanos con el poder y el consuelo del Espíritu Santo,
para que podamos ser librados de nuestros enemigos
y alabemos tu auxilio salvador.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
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Ant 3. ¡Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos!

Cántico: Ef 1,3-10.  El Dios Salvador.
                            Él nos eligió en la persona de Cristo... para ser santos. (Ef 1, 4)

Bendito sea Dios,
     Padre de nuestro Señor Jesucristo,
     que nos ha bendecido en la persona de Cristo
     con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
     antes de crear el mundo,
     para que fuésemos santos
     e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
     por pura iniciativa suya, a ser sus hijos,
     para que la gloria de su gracia,
     que tan generosamente nos ha concedido
     en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
     hemos recibido la redención,
     el perdón de los pecados.
     El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
     ha sido un derroche para con nosotros,
     dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el planque había proyectado realizar por Cristo
     cuando llegase el momento culminante:
     recapitular en Cristo todas las cosas
     del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
      Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. ¡Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos!
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Lectura Breve:   Sant. 4, 11-13a
Hermanos, no hablen mal los unos de los otros.
El que habla mal de un hermano o lo condena,
habla en contra de la Ley y la condena.
Ahora bien, si tú condenas la Ley,
no eres cumplidor de la Ley, sino juez de la misma.
Y no hay más que un solo legislador y juez,
aquel que tiene el poder de salvar o de condenar.
¿Quién eres tú para condenar al prójimo?"

Silencio sagrado: (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo 
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.

Responsorio Breve:
V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Sáname, porque he pecado contra ti.
V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Porque he pecado contra ti. 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sáname, porque he pecado contra ti.
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Cántico Evangélico (Magníficat)

Los cánticos se toman del Evangelio de Lucas. Se rezan o cantan de pie, y se hace la señal de la Cruz al principio de su proclamación.
El Magnificat, (Canto de María) es un canto de gratitud de la Virgen al caer la tarde cuando el Ángel la encontró en oración.
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Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

Cántico de María - Lc 1, 46-55. Alegría del Alma en El Señor.
                                                    (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
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Preces - Para consagrar a Dios el día y el trabajo

Cristo quiere que todos los hombres alcancen la salvación.
Digámosle, pues, confiadamente:
R./ Atrae, Señor, a todos hacia ti.

Te bendecimos, Señor,
porque nos has redimido con tu preciosa sangre de la esclavitud del pecado;
- haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Ayuda con tu gracia a nuestro obispo N. y a todos los obispos de la Iglesia,
- para que con gozo y fervor sirvan a tu pueblo.

Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad
logren encontrarla
- y que, habiéndola encontrado, se esfuercen por difundirla entre sus hermanos.

Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas y a los que viven abandonados;
- ayúdalos en sus necesidades para que experimenten tu solicitud hacia ellos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial,
- allí donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, serás todo en todos.

Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:
- Padre nuestro...

Oración

Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente,
ilumina nuestro espíritu en esta hora vespertina,
y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Conclusión
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo, utilizando una de estas dos fórmulas finales:
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Fórmula larga:  (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
     custodie sus corazones y sus pensamientos
     en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. ¡Amén!
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
     Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
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Fórmula breve:  (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso,
     Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
        Si se despide de la comunidad añade:
V. Pueden ir en Paz.
R. ¡Demos gracias a Dios!
        En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. ¡Amén!
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Tiempo Ordinario. Lunes de la Semana III
De la Feria. Salterio III

COMPLETAS
Oración antes del descanso nocturno

“Él habita en nosotros como el alma en el cuerpo,
a condición de que seamos miembros sanos de él,
de que estemos muertos al pecado."  

(San Columbano)

Sus textos aluden al sueño, y a su equivalencia simbólica con la muerte.
El mejor horario es aquel en que efectivamente vayamos a dormir enseguida. 

Aunque hay una Completas para cada día de la semana, es costumbre -aceptada en las rúbricas-
que quienes desean rezarlas de memoria, lo hagan siempre con una de las dos Completas de domingo,
ya sea la de después de Primeras Vísperas o la de después de Segundas Vísperas.


Las Completas no tienen vinculación estrecha con el desarrollo del calendario litúrgico,  
excepto el «aleluya» al final de las antífonas e invocaciones en tiempo pascual.

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Invocación Inicial
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio,
     ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Examen de Conciencia (Fórmula 1)
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, 
el cual, en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial de la siguiente forma:

V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
     que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.


     Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos,
     que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión:
     por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

     Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
     a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos,
     que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. ¡Amén!
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Examen de Conciencia (Fórmula 2)
En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
     que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.


V. Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. ¡Amén!
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Examen de Conciencia (Fórmula 3)
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, 
el cual, en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial de la siguiente forma:

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
     que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.


V. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre
     para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. ¡Amén!
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“Estamos llamados a tener una conciencia limpia hacia Dios y hacia los hombres,
en nuestros corazones y en nuestras mentes, en nuestras acciones y nuestro descanso.
Para hacerlo, es vital que examinemos nuestra conciencia diariamente y que pidamos la misericordia de Dios
cuando nos sintamos débiles, tentados e incompletos y que le pidamos Su fortaleza para mejorar”.
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Himnos
Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos. 
Éstos introducen en la celebración un elemento que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico.
Además de éstos Himnos, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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Himno: Cuando la luz del sol es ya poniente.

Cuando la luz del sol es ya poniente,
     gracias, Señor, es nuestra melodía;
     recibe, como ofrenda, amablemente,
     nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
     de darle vida al día que fenece,
     convierta en realidad lo que fue un sueño
     tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
     de pecadora en justa, e ilumina
     la senda de la vida y de la muerte
     del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
     la noche oscura sobre nuestro día,
     concédenos la paz y la esperanza
     de esperar cada noche tu gran día. ¡Amén!
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Himno: Se inclina ya mi frente.

Se inclina ya mi frente,
     sellado está el trabajo;
     Señor, tu pecho sea
     la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
     la voz deja su canto,
     pero el amor enciende
     su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
     con gran amor amado,
     en tu gloria dormimos
     y en sueños te adoramos. ¡Amén!
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SALMODIA
Es un conjunto de salmos y cánticos bíblicos tanto del antiguo como del Nuevo Testamento que componen la Liturgia de las Horas. 
Éstos son el núcleo principal del Oficio y también su parte más extensa.
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Ant 1. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

Salmo 85 - Oración de un Pobre ante las Dificultades
                                Bendito sea Dios, que nos alienta en nuestras luchas. (2Co 1,3.4)

Inclina tu oído, Señor; escúchame,
     que soy un pobre desamparado;
     protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
     salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
     que a ti te estoy llamando todo el día;
     alegra el alma de tu siervo,
     pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
     rico en misericordia con los que te invocan.
     Señor, escucha mi oración,
     atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo, y tú me escuchas.
     No tienes igual entre los dioses, Señor,
     ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
     a postrarse en tu presencia, Señor;
     bendecirán tu nombre:
     «Grande eres tú, y haces maravillas;
     tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
     para que siga tu verdad;
     mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
     daré gloria a tu nombre por siempre,
     por tu grande piedad para conmigo,
     porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
     una banda de insolentes atenta contra mi vida,
     sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
     lento a la cólera, rico en piedad y leal,
     mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu esclava;
     dame una señal propicia,
     que la vean mis adversarios y se avergüencen,
     porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
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Lectura Breve:   1Ts 5, 9-10
Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, 
que murió por nosotros,
para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

Silencio sagrado (indicado por una campana): 
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.


Responsorio Breve
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
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Cántico Evangélico (Nunc Dimittis)
Los cánticos se toman del Evangelio de Lucas. Se oran o cantan de pie, al principio de su proclamación se hace la señal de la cruz.
Nunc dimittis “ahora dejas”– es el canto de gratitud de Simeón, por la promesa cumplida de ver al Salvador antes de reunirse con Él.
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Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
         para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón - Lc 2, 29-32
                                                (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

† Ahora, Señor, según tu promesa,
     puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
     a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
     y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
         para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

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Oración
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, 
y haz que la simiente del reino
que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy
crezca y germine para la cosecha de la vida eterna.
Por Cristo nuestro Señor. ¡Amén!
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Bendición
V. El Señor todopoderoso nos conceda
     una noche tranquila y una santa muerte.
R. ¡Amén!
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      Antífonas Finales de la Santísima Virgen
Esta hora se termina con una de las antífonas de la Santísima Virgen que se muestran en el formulario: 
Madre del Redentor, Salve, Reina de los cielos, Dios te salve española, Dios te Salve latinoamericana; Bajo tu amparo, o con algún otro canto debidamente aprobado.
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1.    Dios te salve, Reina y Madre
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
        vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
       a ti suspiramos, gimiendo y llorando
       en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
        vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
        y después de este destierro
        muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

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2.       Madre del Redentor
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra, 
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

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3.       Salve, Reina de los cielos
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles;
salve, raíz; salve, puerta, que dio paso a nuestra luz.


Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella;
salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.
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4.       Bajo tu amparo
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,

Oh, Virgen gloriosa y bendita.
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5.       Reina del cielo, alégrate
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque el Señor, a quien has merecido llevar, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
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6. "María la Aurora" Traducido y adaptado por Diego Cabrera de “Mary the Dawn” by Kathleen Lundquist

María la Aurora, Cristo el perfecto día;
¡María, la puerta, Cristo, el camino celestial!

María la raíz, Cristo la vid mística;
¡María la uva, Cristo el vino sagrado!

María la gavilla de trigo, Cristo el pan vivo;
¡María el rosal, Cristo la rosa rojo sangre!

María la fuente, Cristo la corriente limpiadora;
¡María el cáliz, Cristo la sangre salvadora!

María el Templo, Cristo el Señor del Templo;
¡María el Santuario, Cristo el Dios adorado!

María el faro, Cristo el lugar de descanso;
¡María el espejo, Cristo la visión bendita!

María la Madre, Cristo el Hijo de la Madre.
Ambos siempre benditos por los tiempos sin fin. ¡Amén!

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