viernes, 8 de marzo de 2019

Liturgia de las Horas para Latinoamérica - Sábado después de Ceniza

Sábado después de Ceniza. Salterio IV


LAUDES
Oración de la mañana


"En la Eternidad éramos;
al nacer comenzamos a existir.

Existir es ser en el tiempo.

Y al morir dejamos de existir,
pero no dejamos de ser.

Somos seres espirituales
que vivimos una aventura terrenal".
Teilhard de Chardin



Invitatorio
(Si Laudes no es la primera oración del día se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén.


Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»

Salmo 94 Invitación a la Alabanza Divina
Anímense unos a otro, día tras día, mientras perdura el hoy. Heb 3, 13

Vengan, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.


Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme
que modelaron sus manos.

Vengan, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.


Ojalá escuchen hoy su voz:
«No endurezcan el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando sus padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí,
aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó,
y dije: Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!


Ant. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.» _____________________________________________________________________

Salmo del Invitatorio (Opcional)
El salmo 94 puede sustituirse por el 99, el 66 o el 24. En tal caso,
si el salmo escogido formara parte de la salmodia del día,
se dirá en su lugar, en la salmodia, el salmo 94.

Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado
        y por nosotros murió, vengan, adorémosle.

Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
sirvan al Señor con alegría,
entren en su presencia con vítores.

Se repite la antífona.

Sepan que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Se repite la antífona.

Entren por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repite la antífona.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Se repite la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!


Ant. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»

Salmo del Invitatorio (Opcional)

Salmo 66: Que todos los pueblos alaben al Señor
Sepan que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28, 28)

Ant. 1 Aclama al Señor, tierra entera, sirve al Señor con alegría.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»

Salmo del Invitatorio (Opcional)

Ant. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»

Salmo 24: Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

Se repite la antífona.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Se repite la antífona.

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Se repite la antífona.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia. Dios de Jacob.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alcen los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alcen los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Ojalá escuchen hoy la voz del Señor: «No endurezcan su corazón.»

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Himno: Los hombros traigo cargados.

Los hombros traigo cargados
de graves culpas, mi Dios;
dame esas lágrimas tú
y toma estos pecados.

Yo soy quien ha de llorar,
por ser acto de flaqueza;
que no hay en naturaleza
más flaqueza que el pecar.

Y, pues andamos trocados,
que yo peco y lloras Tú,
dame esas lágrimas tú
y toma estos pecados.

Tú eres quien cargar se puede
estas mis culpas mortales,
que la menor destas tales
a cualquier peso excede;

y, pues que son tan pesados
aquestos yerros, mi Dios,
dame esas lágrimas tú
y toma estos pecados.

Al Padre, al Hijo, al Amor,
alegres canten, criaturas,
y resuene en las alturas
toda gloria y todo honor. ¡Amén!


SALMODIA

Ant 1.
Es bueno tocar para tu nombre, oh altísimo,
            y proclamar por la mañana tu misericordia.


Salmo 91:
Alabanza a Dios que con Sabiduría y Justicia dirige la Vida de los Hombres.
Este salmo canta las maravillas realizadas en Cristo. (S. Atanasio)

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes
sobre arpegios de cítaras.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
¡Qué magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.

Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio, Señor,
eres excelso por los siglos.

Porque tus enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me unges con aceite nuevo.
Mis ojos no temerán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.

El justo crecerá como una palmera
y se alzará como un cedro del Líbano:
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;

en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Es bueno tocar para tu nombre, oh altísimo,
         y proclamar por la mañana tu misericordia.

Ant 2. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo.

Cantico - Ez 36, 24-28: Dios Renovará a Su Pueblo
Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. (Ap 21,3)

Los recogeré de entre las naciones,
los reuniré de todos los países,
y los llevaré a su tierra.

Derramaré sobre ustedes un agua pura
que los purificará:
de todas sus inmundicias e idolatrías
los he de purificar;
y les daré un corazón nuevo,
y les infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de su carne el corazón de piedra,
y les daré un corazón de carne.

Les infundiré mi espíritu,
y haré que caminen según mis preceptos,
y que guarden y cumplan mis mandatos.

Y habitarán en la tierra que di a sus padres.
Ustedes serán mi pueblo
y yo seré su Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo.

Ant 3. De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.

Salmo 8 - Majestad del Señor y Dignidad del Hombre.
Todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. (Ef 1,22)

Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!

Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario y al rebelde.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies:

rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por las aguas.

Señor, dueño nuestro,
¡que admirable es tu nombre
en toda la tierra!.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. De la boca de los niños de pecho, Señor, has sacado una alabanza.

Lectura Breve Is 1, 16-18
«Lávense, purifíquense, aparten de mi vista sus malas acciones.
Cesen de obrar mal, aprendan a obrar bien;
busquen lo que es justo, hagan justicia al oprimido,
defiendan al huérfano, protejan a la viuda.
Entonces, vengan, y litigaremos -dice el Señor-.
Aunque sus pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve;
aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana.»


Responsorio Breve

V. Él me librará de la red del cazador.
R. Él me librará de la red del cazador.


V. Me cubrirá con su plumaje.
R. Él me librará de la red del cazador.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
R. Él me librará de la red del cazador.

Cántico Evangélico

Ant. Atesoren tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los corroa.

Cántico de Zacarías- Lc 1, 68-79. El Mesías y su Precursor   

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra
de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño,
te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Atesoren tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los corroa.

Preces
Demos gracias siempre y en todo lugar
a Cristo, nuestro Salvador, y supliquémosle, diciendo:
R./ Ayúdanos, Señor, con tu gracia.

Concédenos guardar sin mancha nuestros cuerpos,
- para que el Espíritu Santo pueda habitar en ellos.

Desde el comienzo del día acrecienta en nosotros el amor a nuestros hermanos
- y el deseo de cumplir tu voluntad en todas las acciones de esta jornada.

Danos hambre del alimento que perdura y da vida eterna,
- y que tú diariamente nos proporcionas.

Que interceda por nosotros tu santísima Madre, refugio de pecadores,
- para que obtengamos el perdón de nuestros pecados.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Pidamos al Padre que nos libre de todo mal,
repitiendo la oración que Cristo nos enseñó:
- Padre Nuestro…

Oración
Dios todopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debilidad
y extiende sobre nosotros tu mano para protegernos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. ¡Amén!


Conclusión
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
     descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!

Si se despide de la comunidad añade:

V. Pueden ir en Paz.
R. ¡Demos gracias a Dios!

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga,
     nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. En Paz
R. ¡Amén!




Viernes después de Ceniza


I VÍSPERAS
Oración de la tarde



Invocación Inicial

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Himno: Insigne defensor de nuestra causa.

Insigne defensor de nuestra causa,
Señor y Salvador del pueblo humano,
acoge nuestras súplicas humildes,
perdona nuestras culpas y pecados.

El día con sus gozos y sus penas
pasó dejando huellas en el alma,
igual que nuestros pies en su camino
dejaron en el polvo sus pisadas.

No dejes de mirarnos en la noche,
dormida nuestra vida en su regazo;
vigila el campamento de los hombres,
camino de tu reino ya cercano.

Ahuyenta de tu pueblo la zozobra,
sé nube luminosa en el desierto,
sé fuerza recobrada en el descanso,
mañana y horizonte siempre abierto.

Bendice, Padre santo, la tarea
del pueblo caminante en la promesa;
llegados a Emaús, tu Hijo amado
nos parta el pan y el vino de la cena. ¡Amén!

SALMODIA


Ant 1. Con espíritu humilde y corazón contrito te seamos aceptos;
            que este sea hoy nuestro sacrificio,
            y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

Salmo 140, 1-9:  Himno a la Grandeza de Dios.
Tú, Señor, el que eras y eres, el Santo, eres justo. (Ap 16,5)

Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo opondré mi oración a su malicia.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Con espíritu humilde y corazón contrito te seamos aceptos;
         que este sea hoy nuestro sacrificio,
         y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

Ant 2. Entonces clamarás al Señor y él te responderá,
            gritarás y él te dirá: «Aquí estoy.»

Salmo 141:  Oración del Hombre Abandonado: Tú Eres mi Refugio
Que allí, Señor, te contemple continuamente y pueda así desearte, amarte y quererte solamente a ti, (San Columbano)

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Entonces clamarás al Señor y él te responderá,
         gritarás y él te dirá: «Aquí estoy.»

Ant 3. Cristo murió por nuestros pecados, el justo por los injustos,
            para llevarnos a Dios; muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.

Cántico - Flp 2, 6-11: Cristo, Siervo De Dios, En Su Misterio Pascual
El Dios que buscamos no está lejos de nosotros,
ya que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia (San Columbano).


Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Cristo murió por nuestros pecados, el justo por los injustos,
         para llevarnos a Dios; muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.

Lectura Breve   2Co 6, 1-4a
Los exhortamos a que den pruebas de no haber recibido en vano la gracia de Dios,
pues dice él en la Escritura: «En el tiempo propicio te escuché,
y te ayudé en el día de salvación.»
Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación.
A nadie queremos dar nunca motivo de escándalo,
a fin de no hacer caer en descrédito nuestro ministerio,
antes al contrario, queremos acreditarnos siempre en todo,
como verdaderos servidores de Dios.

Responsorio Breve

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

Cántico Evangélico

Ant. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Cántico de María - Lc 1, 46-55. Alegría del Alma en El Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Preces
Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que ha querido ser nuestro Maestro,
nuestro ejemplo y nuestro hermano, y supliquémosle, diciendo:
R./ Renueva, Señor, a tu pueblo.

Cristo, hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, haz que nos alegremos con los que se alegran y sepamos llorar con los que están tristes,
para que nuestro amor crezca y sea verdadero.

Concédenos saciar tu hambre en los hambrientos
- y tu sed en los sedientos.

Tú que resucitaste a Lázaro de la muerte,
- haz que, por la fe y la penitencia, los pecadores vuelvan a la vida cristiana.

Haz que todos, según el ejemplo de la Virgen María y de los santos,
- sigan con más diligencia y perfección tus enseñanzas.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concédenos, Señor, que nuestros hermanos difuntos sean admitidos a la gloria de la resurrección
- y gocen eternamente de tu amor.

Pidamos a nuestro Padre que nos dé la fuerza que necesitamos para no caer en la tentación:
- Padre nuestro...

Oración
Te pedimos, Señor todopoderoso, que las celebraciones
y las penitencias de esta Cuaresma nos ayuden a progresar
en el camino de nuestra conversión: así conoceremos mejor y viviremos
con mayor plenitud las riquezas inagotables del misterio de Cristo.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Conclusión
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.

V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo,
     descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!

Si se despide de la comunidad añade:

V. Pueden ir en Paz.
R. ¡Demos gracias a Dios!

En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. El Señor nos bendiga,
     nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. En Paz
R. ¡Amén!





Sábado después de Ceniza


COMPLETAS
Oración antes del descanso nocturno


Invocación Inicial

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio,
     ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén.


Examen de Conciencia (Fórmula 1)
En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:

V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
     que Dios nos ha concedido,
     reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Examen de Conciencia (Fórmula 2)
En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:

V. Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

Examen de Conciencia (Fórmula 3)
En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:

V. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

V. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.

V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre
     para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Himno: Tú, a quien he buscado, Señor.

Tú, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tú, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche. ¡Amén!

SALMODIA

Ant 1. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

Salmo 4: Acción de Gracias.
Limítate a creer con sencillez, pero con firmeza,
que Dios es y será tal cual fue, porque es inmutable. (San Columbano)


Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.

Y ustedes, ¿hasta cuándo ultrajarán mi honor,
amarán la falsedad y buscaréis el engaño?
Sépanlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

Tiemblen y no pequen, reflexionen
en el silencio de su lecho;
ofrezcan sacrificios legítimos
y confíen en el Señor.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»

Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.

En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo:
mi compañía son las tinieblas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

Ant. 3 Durante la noche, bendigan al Señor.

Salmo 133: Oración Vespertina en el Templo
El Dios que buscamos no está lejos de nosotros,
ya que está dentro de nosotros, si somos dignos de esta presencia (San Columbano)


Y ahora bendigan al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasan la noche
en la casa del Señor:

Levanten las manos hacia el santuario,
y bendigan al Señor.

El Señor te bendiga desde Sión:
el que hizo cielo y tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Durante la noche, bendigan al Señor.

Lectura Breve:   Dt 6, 4-7
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón,
con toda el alma, con todas las fuerzas.
Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos
y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.

Responsorio Breve

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

Cántico Evangélico

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
         para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón       Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
         para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Oración Conclusiva
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que mañana, ya al clarear el nuevo día,
la celebración del domingo nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Bendición

V. El Señor todopoderoso
     nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. ¡Amén!

Antífona Final de la Santísima Virgen (1)

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,

no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,

¡Oh Virgen gloriosa y bendita!


Antífona Final de la Santísima Virgen (2)

Dios te salve. Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y, después de este destierro,
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.


¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

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