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Oficio de Lectura
Himno: Primicias
son del sol de su Palabra
Salmodia: Salmo 1 / Salmo 2 / Salmo 3
Primera Lectura: Reconstrucción de las Murallas de Jerusalén
Del libro de Nehemías 4, 1-23
Segunda Lectura: Predicamos a Cristo Hasta los
Confines de la Tierra
De las Homilías del papa Pablo sexto. (Homilía pronunciada en Manila el 29 de noviembre de 1970)
Laudes
Himno: Es verdad
que las luces del alba.
Salmodia: Salmo 62, 2-9 / Cantico: Dn 3, 57-88. 56 / Salmo 149.
Lectura Breve: Ap 7, 10. 12
Vísperas
Himno: Dios de la luz, presencia ardiente.
Salmodia: Salmo 109, 1-5.7 / Salmo 113-A /Cántico, Cf. Ap 19,1-2, 5-7
Lectura Breve: 2Co 1, 3-4
Completas
Himno: Cuando la luz
del sol es ya poniente.
Salmodia: Salmo 90
Lectura Breve: Ap 22, 4-5
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Tercia
Himno: Ven,
Espíritu Santo, luz y gozo
Salmodia: Salmo 117-I / Salmo 117-II / Salmo 117-III
Lectura Breve: 1Jn 4, 16
Sexta
Himno: Cuando la
luz del día está en su cumbre
Salmodia: Salmo 122 / Salmo 123 / Salmo 124
Lectura Breve: Ga 6, 8
Nona
Himno: Fundamento
de todo lo que existe
Salmodia: Salmo 125 / Salmo 126 / Salmo 127
Lectura Breve: Ga 6, 9-10
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Tiempo Ordinario - Domingo I
De la Feria. Salterio I
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Invitatorio
según se comience el día por una u otra acción litúrgica. Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo.
Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora;
luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora,
omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc. Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.
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Si el Oficio ha de ser rezado
a solas, puede decirse la siguiente oración:
V. † Abre, Señor, mi boca para bendecir tu
santo nombre;
limpia mi corazón de todos los pensamientos
vanos,
perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento
y enciende mi sentimiento para que,
digna, atenta y devotamente
pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado
en la presencia de tu divina majestad.
Por Cristo nuestro Señor. ¡Amén!
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Salmo del Invitatorio
Luego puede decirse el salmo del Invitatorio, con su antífona, como se indica al comienzo, o, si se prefiere, omitido el salmo, se dice en seguida el himno.
(Cuando se aplica la forma responsorial, la asamblea repite la antífona después de cada estrofa)
Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
El salmo 94 puede sustituirse por el 99, el 66 o el 24. En tal caso, si el salmo escogido forma parte de la salmodia del día, se dirá en su lugar, en la salmodia,
el salmo 94. Cuando se reza individualmente, basta con decir la antífona una sola vez al inicio del salmo, no es necesario repetirla al final de cada estrofa.
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Se añade el Salmo del Invitatorio
con la siguiente antífona:
Ant. Vengan, aclamemos al Señor, demos vítores
a la Roca que nos salva. ¡Aleluya!
Salmo 94 - Invitación a la Alabanza Divina
Anímense unos a otro, día tras
día, mientras perdura el hoy. Heb 3, 13
Vengan, aclamemos al Señor, demos vítores a la
Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la
tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la
tierra firme que modelaron sus manos.
Vengan, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros
su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchen hoy su voz:
«No endurezcan el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando sus padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto
mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó,
y dije: Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por
los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. Vengan,
aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva. ¡Aleluya!
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Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos.
Éstos introducen en la celebración un elemento que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico.
Además de estos Himnos, pueden usarse, sobre todo, en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este
día;
despierte el corazón, que es
Dios quien llama,
y su presencia es la que
ilumina.
Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los
hombres,
resuena en cada hermano su
palabra,
revive en cada vida sus amores.
Abran el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de
ternura;
vengan: habla, Señor, que tu
palabra
es vida y salvación de quien la
escucha.
El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.
Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta
asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. ¡Amén!
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que significa “cántico que ha de ser entonado al son del salterio” El versículo Gloria al Padre se dice al final de todos los salmos y cánticos del Oficio de lectura.
Ant 1. El árbol de la
vida es tu cruz, oh Señor.
Salmo 1: Los Dos Caminos Del Hombre.
Felices quienes, poniendo toda su
confianza en la cruz, se han sumergido en el agua de la vida (de un autor del
siglo II).
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los
pecadores,
ni se sienta en la reunión de los
cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de
los justos;
porque el Señor protege el camino de
los justos,
pero el camino de los impíos acaba
mal.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Oración del Salmo
Señor, eres plenitud de vida de santidad y de
alegría.
Llena nuestros días y nuestras noches con el amor de tu sabiduría,
para que demos fruto en la hermosura de la santidad,
como un árbol regado por corrientes de agua.
Ant. El árbol de la vida es tu cruz, oh
Señor.
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Ant 2. Yo mismo he
establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.
Salmo 2: El Mesías, Rey Vencedor.
De hecho, en esta ciudad, se aliaron
contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido. (Hech 4, 27)
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo:
te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la
tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»
Y ahora, reyes, sean sensatos;
escarmienten los que rigen la
tierra:
sirvan al Señor con temor,
ríndanle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayan a la
ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Oración del Salmo
Señor Dios, diste a los pueblos del mundo como
herencia de tu único Hijo;
lo coronaste como Rey de Sion, tu ciudad santa,
y le diste tu Iglesia para que fuera su esposa. Al proclamar la ley de tu reino
eterno,
que le sirvamos fielmente y así compartamos su poder real para siempre.
Ant. Yo mismo he establecido a mi Rey en
Sión, mi monte santo.
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Ant 3. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes
alta mi cabeza.
Salmo 3: Confianza en Medio de la Angustia.
Cristo se durmió en la muerte, pero
resucitó de entre los muertos, porque Dios fue su libertador (San Ireneo).
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«ya no lo protege Dios.»
Pero tú, Señor,
eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.
Puedo acostarme
y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la
mejilla,
rompiste los dientes de los
malvados.
De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Oración del Salmo
Señor Dios, escuchaste el clamor de tu Hijo
cuando estaba oprimido y lo salvaste del sueño de la muerte.
Levántate, Señor, ayuda a tu Iglesia.
Sea su escudo para que levante la cabeza e irradie la gloria de la
resurrección.
Ant. Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes
alta mi cabeza.
Silencio sagrado (indicado
por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones
la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la
voz pública de la Iglesia.
V. La palabra de Cristo habite con
toda riqueza en ustedes.
R. Exhortándolos mutuamente con toda
sabiduría.
Primera Lectura: Reconstrucción de
las Murallas de Jerusalén
Del libro de Nehemías 4, 1-23
En aquellos días, cuando Sanbalat
se enteró de que estábamos reconstruyendo la muralla, se indignó y, enfurecido,
empezó a burlarse de los judíos, diciendo a su gente y a la guarnición samaritana:
«¿Qué hacen esos desgraciados judíos? ¿No hay nadie que se lo impida?
¿Van a ofrecer sacrificios? ¿Se creen que van a terminar en un día
y a resucitar de montones de escombros unas piedras calcinadas?»
El amonita Tobías, que se encontraba a su lado, dijo: «Déjalos
que construyan.
En cuanto suba una zorra, abrirá brecha en su muralla de piedra.»
Escucha, Dios nuestro, cómo se burlan de nosotros. Haz que sus
insultos
recaigan sobre ellos y mándalos al destierro para que se burlen de ellos.
No encubras sus delitos, no borres de tu vista sus pecados,
pues han ofendido a los constructores.
Seguimos levantando la muralla,
que quedó reparada hasta media altura. La gente tenía ganas de trabajar.
Cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los asdoditas
se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén iba adelante
-pues empezaban a cerrarse las brechas-, lo llevaron muy a mal.
Se confabularon para luchar contra Jerusalén y sembrar en ella la confusión.
Encomendándonos a nuestro Dios, apostamos una guardia, día y noche,
para vigilarlos. Los judíos decían: «Los cargadores se agotan
y los escombros son muchos; nosotros solos no podemos construir la muralla.»
Nuestros enemigos comentaban: «Que no sepan ni vean nada hasta
que hayamos penetrado en medio de ellos y los matemos; así detendremos las
obras.»
En esta situación, los judíos que vivían entre ellos, viniendo de
diversos lugares, nos repetían una y otra vez que nos iban a atacar. Entonces,
aposté en trincheras, detrás de la muralla y entre matorrales, gente dividida
por familias
y armados con sus espadas, lanzas y arcos. Después de una inspección,
dije a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:
«No les tengan miedo. Acuérdense del Señor, grande y terrible,
y luchen por sus hermanos, hijos, hijas, mujeres y casas.»
Al ver nuestros enemigos que estábamos informados, Dios desbarató
sus planes
y pudimos volver a la muralla, cada cual a su tarea. Con todo, desde aquel día,
la mitad de mis hombres trabajaba, mientras la otra mitad estaba armada de
lanzas, escudos, arcos y corazas. Las autoridades se preocupaban de todos los
judíos.
Los que construían la muralla y los cargadores estaban armados;
con una mano trabajaban y con la otra empuñaban el arma. Todos los albañiles
llevaban la espada al cinto mientras trabajaban. Y el corneta iba a mi lado,
pues había dicho a los notables, a las autoridades y al resto del pueblo:
«El trabajo es tan grande y tan extenso, que debemos desperdigarnos a lo
largo
de la muralla, lejos unos de otros. En cuanto oigan la corneta, dondequiera que
estén, vengan a reunirse con nosotros. Nuestro Dios combatirá por nosotros.»
Así seguimos, unos trabajando y otros empuñando las lanzas,
desde que despuntaba el alba hasta que salían las estrellas.
Por entonces dije también al pueblo: «Todos pernoctarán en Jerusalén con sus
criados. De noche haremos guardia, y de día trabajaremos.»
Yo, mis hermanos, mis criados y los hombres de mi escolta
dormíamos vestidos y con las armas al alcance de la mano.
RESPONSORIO Is 25, 4; Sal 124, 2
R. Señor, tú has sido baluarte para el
pobre,
fortaleza para el desvalido en su
angustia,
* parapeto contra el aguacero,
sombra contra el calor.
V. Jerusalén está rodeada de montañas, y
el Señor rodea a su pueblo.
R. Parapeto contra el aguacero, sombra
contra el calor.
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De las Homilías del papa Pablo sexto. (Homilía pronunciada en Manila el 29 de noviembre de 1970)
¡Ay de mí si no evangelizare! Para esto me ha
enviado el mismo Cristo.
Yo soy apóstol y testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es
el mandato, con tanta mayor vehemencia el amor nos apremia.
Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo;
él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda
creatura,
y todo se mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres;
él nació, murió y resucitó por nosotros. Él es el centro de la historia y del
universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida,
hombre de dolor y de esperanza; él ciertamente vendrá de nuevo
y será finalmente nuestro juez y también, como esperamos,
nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la
luz, la verdad,
más aún, el camino, la verdad y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva,
que satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía,
nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano.
Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño,
pobre, humillado,
sujeto al trabajo, oprimido, paciente.
Por nosotros habló, obró milagros,
instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados,
en el que la paz es el principio de la convivencia,
en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados,
en el que los que tienen hambre de justicia son saciados,
en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son
hermanos.
Éste es Jesucristo, de quien ya han oído
hablar,
al cual muchos de ustedes ya pertenecen, por su condición de cristianos.
A ustedes, pues, cristianos, les repito su nombre, a todos lo anuncio:
Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo,
la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino;
él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo;
él es el Hijo del hombre por antonomasia,
porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito y el Hijo de María,
bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne;
nuestra madre por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico.
¡Jesucristo! Recuérdenlo: él es el objeto perenne
de nuestra predicación;
nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra
y por los siglos de los siglos.
Responsorio: 2Tm 1, 10; Jn 1, 16; Col 1, 16-17
R/. Cristo Jesús, nuestro Salvador, ha
aniquilado la muerte,
y ha hecho brillar la vida y la
inmortalidad por el Evangelio.
* Y de su plenitud todos hemos recibido
gracia sobre gracia.
V/. Todo fue creado por él y para él, él
es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
R/. Y de su plenitud todos hemos recibido
gracia sobre gracia.
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HIMNO FINAL - Te Deum (Versión Vaticana https://www.vaticannews.va/es/oraciones/te-deum.html)
En los
domingos, en las solemnidades y en las fiestas después del segundo responsorio,
se dice el siguiente himno:
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a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre, te venera
toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra están llenos
de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza el glorioso coro de los
Apóstoles,
la multitud admirable de los Profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero,
digno de adoración,
Espíritu
Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del
cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros, como lo esperamos
de ti.
En ti, Señor, confié, no me veré defraudado
para siempre.
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Oración Conclusiva
Dios todopoderoso y eterno,
que proclamaste solemnemente a Cristo como tu Hijo
amado,
cuando era bautizado en el Jordán y descendía el Espíritu Santo sobre
él,
concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo,
que se conserven siempre dignos de tu complacencia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es
Dios por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Conclusión
Después de la
oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:
V. † Bendigamos
al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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Esta invocación inicial se omite cuando las Laudes empiezan con el Invitatorio.
En el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin. (Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. † Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Salmo del Invitatorio
Luego puede decirse el salmo del Invitatorio, con su antífona, como se indica al comienzo,
o, si se prefiere, omitido el salmo, se dice en seguida el himno. (Cuando se aplica la forma responsorial,
la asamblea repite la antífona después de cada estrofa).
Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo,
otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
El salmo 94 puede sustituirse por el 99, el 66 o el 24.
En tal caso, si el salmo escogido formara parte de la salmodia del día, se dirá en su lugar, en la salmodia, el salmo 94.
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Salmo 94 Invitación a la Alabanza Divina
Anímense unos a otros cada día, mientras dura este hoy, para que nadie se endurezca seducido por el pecado. Heb 3, 13.
Se repite la antífona al final de cada párrafo:
Vengan, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Vengan, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchen hoy su voz:
«No endurezcan el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando sus padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años aquella generación me repugnó,
y dije: Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. ¡Vengan, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva, Aleluya! †
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Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Himnos:
que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico. Además de estos Himnos, pueden usarse,
sobre todo, en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
del día de hoy
por gracia de Dios.
muy dentro de mí,
que no merecí.
en Cristo Jesús,
bañados en luz.
es pascua por mí,
eterno vivir.
que al Hijo nos dio,
nuestra alma en amor. ¡Amén!
Ant 1. ¡Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria, Aleluya!
Salmo 62, 2-9: El Alma Sedienta de Dios.
El alma sedienta de Dios Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas (Orígenes)
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Padre, creador de la luz inagotable, da esa misma luz a los que te llaman.
Que nuestros labios te alaben; nuestras vidas proclaman tu bondad;
nuestro trabajo te de honor y nuestras voces te celebran para siempre.
Cantico: Dn 3, 57-88. 56: Toda la Creación Alabe al Señor.
Alaben al Señor, sus siervos todos (Ap 19, 5)
Creaturas todas del Señor, bendigan al Señor,
Ant. En medio de las llamas, los tres jóvenes unánimes cantaban:
Salmo 149: Alegría de los Santos.
Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor (Hesiquio)
Canten al Señor un cántico nuevo,
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. ¡Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey, Aleluya!
Silencio sagrado (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.
Responsorio Breve
V. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
Cántico de Zacarías: Lc 1, 68-79. El Mesías y su Precursor.
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
en la casa de David, su siervo,
por boca de sus santos profetas:
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
en su presencia, todos nuestros días.
el perdón de sus pecados.
para iluminar a los que viven
en tiniebla y en sombra de muerte,
Como era en el principio,
ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre
y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:
Oración Conclusiva
Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
custodie sus corazones y sus pensamientos
en el conocimiento y el amor de Dios
y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
entonces será de verdad semejante a Dios."
(San Columbano)
y la equivalencia simbólica con la Venida del Señor.
Un horario entre las 7 y las 10 de la noche es adecuado.
Los días que preceden a una Solemnidad no tienen Vísperas.
Las «Primeras Vísperas» son la misma oración que Vísperas,
pero para los domingos y solemnidades,
que comienzan la tarde anterior y por lo tanto tienen dos vísperas:
las «primeras», que son la tarde anterior
y las «segundas», que son las de la propia tarde cronológica (la tarde del domingo, siguiendo el mismo caso).
Evidentemente, el día anterior cede parte de su tiempo
al domingo o solemnidad y no tiene vísperas.
Invocación Inicial
Se hace la invocación Inicial antes del himno, trazando en la frente la señal de la cruz † mientras se dice:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
R. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. ¡Aleluya! †
Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies (1Co 15,25)
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Padre, te pedimos que nos des la victoria y la paz.
En Jesucristo, nuestro Señor y Rey, ya estamos sentados a tu diestra.
Esperamos alabarte en la comunión de todos tus santos en nuestra patria celestial.
Ant 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinará eternamente. ¡Aleluya! †
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Reconozcan que también ustedes, los que renunciaron al mundo, han salido de Egipto. (San Agustín)
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Dios Todopoderoso, misterio siempre vivo de unidad y trinidad,
le diste vida al nuevo Israel por nacimiento del agua y el Espíritu,
y lo convertiste en una raza elegida, un sacerdocio real,
un pueblo apartado como tu posesión eterna.
Que todos aquellos a quienes has llamado a caminar
en el esplendor de la nueva luz te brinden un servicio y adoración adecuados.
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El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado.
Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.
V. ¡Aleluya!
Alaben al Señor sus siervos todos.
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant 3. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. ¡Aleluya!
Padre de misericordia y Dios de todo consuelo;
él nos consuela en todas nuestras luchas,
para poder nosotros consolar
a los que están en toda tribulación,
mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.
Responsorio BreveV. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V. Y se ha aparecido a Simón.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
Cántico de María: Lc 1, 46-55. Alegría del Alma en El Señor
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
† Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
todas las generaciones,
ha hecho obras grandes por mí:
de generación en generación.
dispersa a los soberbios de corazón,
y enaltece a los humildes,
y a los ricos los despide vacíos.
acordándose de su misericordia
y su descendencia por siempre.
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia,
y digámosle confiadamente:
R./ Venga a nosotros tu reino, Señor
haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.
Señor, Dios nuestro,
concédenos alegrarnos siempre en tu servicio,
porque la profunda y verdadera alegría
está en ser fiel a ti, autor de todo bien.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
custodie sus corazones y sus pensamientos
en el conocimiento y el amor de Dios
y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
si somos dignos de esta presencia."
San Columbano
Sus textos aluden al sueño, y a su equivalencia simbólica con la muerte.
El mejor horario es aquel en que efectivamente vayamos a dormir enseguida.
Aunque hay una Completas para cada día de la semana,
es costumbre -aceptada en las rúbricas- que quienes desean rezarlas de memoria,
lo hagan siempre con una de las dos Completas del domingo,
ya sea la de después de Primeras Vísperas o la de después de Segundas Vísperas.
Las Completas no tienen vinculación estrecha con el desarrollo del calendario litúrgico, excepto el “aleluya” al final de las antífonas e invocaciones en tiempo pascual. “El Aleluya” se omite desde el Miércoles de Ceniza hasta el Sábado Santo.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Examen de Conciencia (Fórmula 1)
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia,
el cual, en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial de la siguiente forma:
V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
que Dios nos ha concedido,
reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros † ,
R. ¡Amén!
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En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.
Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
V. Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros † ,
R. ¡Amén!
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Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia,
el cual, en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial de la siguiente forma:
Después, se prosigue con la fórmula siguiente:
V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
V. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre
para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros † ,
R. ¡Amén!
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Himno: Cuando la luz del sol es ya poniente
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.
Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.
Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.
Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. ¡Amén!
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Himno: Se inclina ya mi frente.
Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.
Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.
Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. ¡Amén!
Ant 1. Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
Dios mío, confío en ti.»
ni la flecha que vuela de día,
diez mil a tu derecha; a ti no te alcanzará.
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
pisotearás leones y dragones.
lo protegeré porque conoce mi nombre,
lo defenderé, lo glorificaré;
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Lectura Breve: Ap 22, 4-5
Silencio sagrado (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.
Responsorio Breve
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
Cántico de Simeón: Lc 2, 29-32
† Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
y gloria de tu pueblo Israel.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
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Oración Conclusiva
Humildemente te pedimos, Señor,
que después de haber celebrado en este día
los misterios de la resurrección de tu Hijo,
sin temor alguno, descansemos en tu paz,
y mañana nos levantemos alegres
para cantar nuevamente tus alabanzas.
Por Cristo nuestro Señor. ¡Amén!
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Bendición
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. ¡Amén!
Salve, Reina de los cielos, Dios te salve española, Dios te Salve latinoamericana; Bajo tu amparo, o con algún otro canto debidamente aprobado.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.
Ante la admiración de cielo y tierra, engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles;
salve, raíz; salve, puerta, que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella;
salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
Oh, Virgen gloriosa y bendita.
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque el Señor, a quien has merecido llevar, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
6. "María la Aurora" Traducido y adaptado por Diego Cabrera de “Mary the Dawn” by Kathleen Lundquist
María la raíz, Cristo la vid mística;
¡María la uva, Cristo el vino sagrado!
María la gavilla de trigo, Cristo el pan vivo;
¡María el rosal, Cristo la rosa rojo sangre!
María la fuente, Cristo la corriente limpiadora;
¡María el cáliz, Cristo la sangre salvadora!
María el Templo, Cristo el Señor del Templo;
¡María el Santuario, Cristo el Dios adorado!
María el faro, Cristo el lugar de descanso;
¡María el espejo, Cristo la visión bendita!
María la Madre, Cristo el Hijo de la Madre.
Ambos siempre benditos por los tiempos sin fin. ¡Amén!
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