miércoles, 22 de julio de 2020

Liturgia de las Horas para Latinoamérica - Por los Fieles Difuntos


Por los Fieles Difuntos.


"Si el alma hace buen uso
de las virtudes plantadas en ella,
entonces será de verdad semejante a Dios.

Él nos enseñó, por medio de sus preceptos,
que debemos redituarle frutos
de todas las virtudes
que sembró en nosotros al crearnos".
San Columbano.

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LAUDES - Oración de la mañana

Laudes viene del latín “Laudare” que significa “Saludo”.
Las Laudes de la mañana se dirigen y ordenan con la finalidad de santificar la mañana.
Al celebrarse con la salida del sol, nos recuerdan la resurrección de Jesús, El Señor, la luz verdadera
que ilumina a todos los hombres (cf Jn 1,9) y el “Sol de Justicia (Mal 3, 20) que nace de lo alto (Lc 1, 78).

Toda su temática alude al despertar y a su equivalencia simbólica con la resurrección.
En las comunidades religiosas, el horario habitual es las 7 de la mañana,
aunque, naturalmente, se debe adaptar al propio ritmo de vida: lo normal es entre 6 y 10 hs.
El versículo Gloria al Padre se dice al final de todos los salmos y cánticos del Oficio de difuntos, como en los demás Oficios.
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Invitatorio
Cuando Laudes es la primera oración litúrgica de la mañana se puede agregar el salmo Invitatorio antes del himno.
Esta invocación inicial se omite cuando las Laudes empiezan con el Invitatorio.

En el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin. (Se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V.  Señor abre mis labios.
R.    Y mi boca proclamará tu alabanza.
V.    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R.    Como era en el principio, ahora y siempre,
        por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Salmo del Invitatorio
Luego puede decirse el salmo del Invitatorio, con su antífona, como se indica al comienzo,
o, si se prefiere, omitido el salmo, se dice en seguida el himno. 
(Cuando se aplica la forma responsorial, la asamblea repite la antífona después de cada estrofa)
Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo,
otros cantos oportunos y debidamente aprobados.

El salmo 94 puede sustituirse por el 99, el 66 o el 24.
En tal caso, si el salmo escogido formara parte de la salmodia del día, se dirá en su lugar, en la salmodia, el salmo 94.
En el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin. 
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Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!

Salmo 94 - Invitación a la Alabanza Divina
Anímense unos a otro, día tras día, mientras perdura el hoy. Heb 3, 13

Vengan, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.


Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
 
la tierra firme que modelaron sus manos.


Vengan, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.


Ojalá escuchen hoy su voz:
«No endurezcan el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando sus padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.


Durante cuarenta años aquella generación me repugnó,
y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso»


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!


Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!
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Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!

Salmo 99 (Opcional): Alegría de los que entran en el templo
El Señor manda que los redimidos entonen un himno de victoria (S. Atanasio)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
sirvan al Señor con alegría,
entren en su presencia con vítores.

Se repite la antífona.

Sepan que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Se repite la antífona.

Entren por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repite la antífona.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

Se repite la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!
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Salmo 66 (opcional): Que todos los pueblos alaben al Señor
Sepan que la salvación de Dios se envía a los gentiles (Hch 28, 28)

Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
     ilumine su rostro sobre nosotros;
     conozca la tierra tus caminos,
     todos los pueblos tu salvación.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
     que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
     porque riges el mundo con justicia,
     riges los pueblos con rectitud
     y gobiernas las naciones de la tierra.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
     que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
     nos bendice el Señor, nuestro Dios.
     Que Dios nos bendiga; que le teman
     hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!
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Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!

Salmo 24 (Opcional): Entrada solemne de Dios en su templo
Las puertas del cielo se abren ante Cristo que, como hombre, sube al cielo (S. Ireneo)

Se recita la antífona que corresponda y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

Se repite la antífona.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Se repite la antífona.

El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

Se repite la antífona.

Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia. Dios de Jacob.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alcen los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

Se repite la antífona.

¡Portones!, alcen los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Se repite la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. ¡A Cristo, Hijo de Dios, que nos redimió con su sangre preciosa, vengan, adorémosle!
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Himnos:
Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos. Éstos introducen en la celebración un elemento
que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico.  Además de estos Himnos, pueden usarse,
sobre todo, en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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Himno: Salen de la ciudad en larga hilera.

Salen de la ciudad en larga hilera
     los amigos del hombre, entristecidos,
     llevan al joven muerto en la litera,
     su madre lo acompaña entre gemidos.

Lazos de muerte a todos nos alcanzan,
     las redes del abismo nos envuelven,
     pueblos enteros lentamente avanzan,
     y todos los que van ya nunca vuelven.

Alza tu voz, Jesús resucitado;
     detente, caravana de la muerte,
     mira al Señor Jesús, él ha pagado
     el precio del rescate de tu suerte.

Llora, Raquel, de gozo y alegría,
     tus hijos vivirán eternamente.
     Danos, Señor, llegar a tu gran día,
     que de ansia de vivir el alma muere. ¡Amén!
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SALMODIA
Es un conjunto de dos salmos y un cántico bíblico del Antiguo o del Nuevo Testamento que componen la Liturgia de las Horas. 
En Laudes el cántico es tomado del Antiguo Testamento. Éstos son el núcleo principal del Oficio y también su parte más extensa. 
Al inicio, cada Salmo tiene un enunciado y una breve cita bíblica o cita de algún Padre de la Iglesia.
A los Salmos se les conoce en hebreo como “Tehillim” que significa “cántico de Alabanza”, 
en griego es “Psalmoi”, que significa “cántico que ha de ser entonado al son del salterio”
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Ant. 1: Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.

Salmo 50: Confesión Del Pecador Arrepentido
Renuévense en la mente y en el Espíritu y vístanse de la nueva condición humana (Ef 4, 23-24)

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
     por tu inmensa compasión borra mi culpa;
     lava del todo mi delito,
     limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
     tengo siempre presente mi pecado:
     contra ti, contra ti solo pequé,
     cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón
     en el juicio brillará tu rectitud
     Mira, que en la culpa nací,
     pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
     y en mi interior me inculcas sabiduría.
     Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
     lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
     que se alegren los huesos quebrantados.
     Aparta de mi pecado tu vista,
     borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
     renuévame por dentro con espíritu firme;
     no me arrojes lejos de tu rostro,
     no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
     afiánzame con espíritu generoso:
     enseñaré a los malvados tus caminos,
     los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios, Dios,
     Salvador mío!,
     y cantará mi lengua tu justicia.
     Señor, me abrirás los labios,
     y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
     si te ofreciera un holocausto, no lo querrías
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
     un corazón quebrantado y humillado
     tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
     reconstruye las murallas de Jerusalén:
     entonces aceptarás los sacrificios rituales,
     ofrendas y holocaustos,
     sobre tu altar se inmolarán novillos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Padre, el que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros,
para salvarnos y restaurarnos a tu amistad.
Mira nuestro corazón contrito y nuestro espíritu afligido
y sana nuestra conciencia perturbada, para que con la alegría
y la fuerza del Espíritu Santo podamos proclamar
tu alabanza y gloria ante todas las naciones.
 
Ant. 1: Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.
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Ant. 2: Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.

Cántico: Is 38, 10-14. 17-20: Angustias De Un Moribundo Y Alegría De La Curación.
Yo soy el que vive y estaba muerto… y tengo las llaves de la muerte. (Apoc 1, 17.18)

Yo pensé: «En medio de mis días
     tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
     me privan del resto de mis años.»

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
     en la tierra de los vivos,
     ya no miraré a los hombres
     entre los habitantes del mundo.

Levantan y enrollan mi vida
     como un tienda de pastores.
     Como un tejedor devanaba yo mi vida,
     y me cortan la trama.»

Día y noche me estás acabando,
     sollozo hasta el amanecer.
     Me quiebras los huesos como un león,
     día y noche me estás acabando.

Estoy piando como una golondrina,
     gimo como una paloma.
     Mis ojos mirando al cielo se consumen:
     ¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

Me has curado, me has hecho revivir,
     la amargura se me volvió paz
     cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
     y volviste la espalda a todos mis pecados.

El abismo no te da gracias,
     ni la muerte te alaba,
     ni esperan en tu fidelidad
     los que bajan a la fosa.

Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
     como yo ahora.
     El padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
     todos nuestros días en la casa del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. 2: Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
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Ant. 3: Alabaré al Señor mientras viva.

Salmo 145: Felicidad a los que Esperan en Dios.
Alabemos al Señor mientras vivimos, es decir, con nuestras obras (Arnobio)
 
Alaba, alma mía, al Señor:
     alabaré al Señor mientras viva,
     tañeré para mi Dios mientras exista.
 
No confíen en los príncipes,
     seres de polvo que no pueden salvar;
     exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
     ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
     el que espera en el Señor, su Dios,
     que hizo el cielo y la tierra,
     el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
     que hace justicia a los oprimidos,
     que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
     el Señor abre los ojos al ciego,
     el Señor endereza a los que ya se doblan,
     el Señor ama a los justos,
 
el Señor guarda a los peregrinos;
     sustenta al huérfano y a la viuda
     y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
     tu Dios, Sión, de edad en edad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Dios de gloria y poder, aquellos que han puesto toda su confianza en ti
son felices de hecho. Resplandezca el brillo de tu luz sobre nosotros,
para que podamos amarte siempre con un corazón puro.

Ant. 3: Alabaré al Señor mientras viva.
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o bien:
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Ant. 3: Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Salmo 150: Alaben al Señor.
Salmodien con el Espíritu, salmodien con toda su mente,
es decir, glorifiquen a Dios con el cuerpo y con el alma. (Hesiquio)


Alaben al Señor en su templo,
     alábenlo en su fuerte firmamento.

Alábenlo por sus obras magníficas,
     alábenlo por su inmensa grandeza.

Alábenlo tocando trompetas,
     Alábenlo con arpas y cítaras,

Alábenlo con tambores y danzas,
     Alábenlo con trompas y flautas,

Alábenlo con platillos sonoros,
     Alábenlo con platillos vibrantes.

Todo ser que alienta, alabe al Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Señor Dios, creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas creadas,
santificas a tus justos y justificas a los pecadores que confiesan tu nombre.
Escúchanos mientras te pedimos humildemente:
danos alegría eterna con tus santos.

Ant. 3: Todo ser que alienta, alabe al Señor.
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Lectura Breve: 1Ts 4, 13
Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado,
del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él.

Silencio sagrado (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.


Responsorio Breve
V. 
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V. Cambiaste mi luto en danza.
R. Porque me has librado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
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Cántico Evangélico (Benedictus)
Los cánticos son tomados del Evangelio de Lucas. Se rezan o cantan de pie, y se hace la señal de la Cruz al inicio de su proclamación. 
Los cánticos evangélicos son solo tres: Benedictus, (Laudes) Magnificat  (Vísperas) Nunc dimittis (Completas).
El Benedictus, cántico de Zacarías, padre de Juan Bautista, canta la venida del Mesías, como bendición de Dios,
"sol que nace de lo alto", por lo que su proclamación en Laudes refuerza el sentido matutino simbólico de la oración.
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Ant.: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre.
 
En tiempo pascual: 
Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.

Cántico de Zacarías- Lc 1, 68-79. El Mesías y su Precursor.
                                                    (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

 Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
     porque ha visitado y redimido a su pueblo.
     suscitándonos una fuerza de salvación
     en la casa de David, su siervo,
     según lo había predicho desde antiguo
     por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
     y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
     recordando su santa alianza
     y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
     arrancados de la mano de los enemigos,
     le sirvamos con santidad y justicia,
     en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
     porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
     anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
     nos visitará el sol que nace de lo alto,
     para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte,
     para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant.: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá;
y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre.
 
En tiempo pascual: 
Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. Aleluya.
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Preces - Para consagrar a Dios el día y el trabajo

Cuando el Oficio se celebra por un solo difunto o por varios difuntos:
Pidamos al Señor que escuche nuestra oración y atienda nuestras súplicas
por nuestro hermano difunto (nuestra hermana difunta),
y, llenos de confianza, digámosle:
R./ Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

Señor Jesús, haz que nuestro hermano (nuestra hermanaque ha pasado ya
de este mundo a tu reino se alegre con júbilo eterno en tu presencia
      y se llene de gozo en la asamblea de los santos.

Libra su alma del abismo y sálvalo (sálvala) por tu misericordia,
- porque en el reino de la muerte nadie te alaba.

Que tu bondad y tu misericordia lo ) acompañen eternamente,
- y que habite en tu casa por años sin término.

Condúcelo (Condúcela) hacia las fuentes tranquilas de tu paraíso
- y hazlo (hazla) recostar en las praderas verdes de tu reino.

A nosotros, que caminamos aún por las cañadas oscuras de este mundo,
guíanos por el sendero justo,
- y haz que en tu vara y en tu cayado de pastor encontremos siempre nuestro sosiego.

Para que la luz de Cristo ilumine a los vivos y a los muertos,
pidamos que a todos llegue el reino de Jesucristo:
- Padre nuestro.

Cuando el Oficio se celebra por los difuntos en general:
Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos
y vivificará también nuestros cuerpos mortales, y digámosle:
R./ Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

Padre santo, ya que por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo en la muerte
y con él hemos resucitado, haz que de tal forma andemos en vida nueva
- que aún después de nuestra muerte vivamos para siempre con Cristo.

Padre providente, que nos has dado el pan vivo bajado del cielo,
para que lo comamos santamente,
- haz que al comerlo tengamos vida eterna y resucitemos en el último día.

Señor, que diste a tu Hijo en su agonía el consuelo del ángel,
- confórtanos en nuestra agonía con la serena esperanza de la resurrección.

Tú, Señor, que libraste a los tres jóvenes del horno ardiente,
- libra también las almas de los difuntos del castigo que sufren por sus pecados.

Dios y Señor de vivos y de muertos, que resucitaste a Cristo del sepulcro,
- resucita también a los difuntos, y a nosotros danos un lugar junto a ellos en tu gloria.

Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a los vivos y a los muertos,
pidamos al Padre que llegue a todos su reino:
- Padre nuestro.
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Oración Conclusiva
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que,
al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo,
se avive también nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

O bien:
Señor, Dios nuestro, gloria de los fieles y vida de los justos,
nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo,
te pedimos que acojas con bondad a tu siervo (sierva) N. 
y, pues creyó en la futura resurrección, merezca alcanzar
los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

O bien:
Confiados, Señor, en tu misericordia, te presentamos nuestras oraciones
en favor de nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
miembro de tu Iglesia peregrina durante su vida mortal:
llévalo (llévalacontigo a la patria de la luz, para que participe también ahora
de la ciudadanía de tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Para varios difuntos:
Señor Dios, que resucitaste a tu Hijo, para que venciendo a la muerte
entrara en tu reino, concede a tus siervos (N. y N.), hijos tuyos,
que, superada su condición mortal, puedan contemplarte a ti,
su Creador y Redentor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Para los hermanos, familiares y bienhechores difuntos:
Señor Dios, que concedes el perdón de los pecados
y quieres la salvación de los hombres, por intercesión de santa María, la Virgen,
y de todos los santos, concede a nuestros hermanos, familiares y bienhechores
que han salido ya de este mundo alcanzar la eterna bienaventuranza.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

O bien otra de las que figuran en el Misal Romano.

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Conclusión
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo, utilizando una de estas dos fórmulas finales:
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     Fórmula larga:
       (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
     custodie sus corazones y sus pensamientos
     en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. ¡Amén!
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
     Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
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     Fórmula breve: 
       † (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso,
     Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
        Si se despide de la comunidad añade:
V. Pueden ir en Paz.
R. ¡Demos gracias a Dios!

        En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. † El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. ¡Amén!
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Por los Fieles Difuntos

VÍSPERAS
Oración de la tarde
“El Dios que buscamos no está lejos de nosotros,
ya que está dentro de nosotros,
si somos dignos de esta presencia."
San Columbano

Vísperas viene del latín “vespera” que significa “la tarde”. 
Sus motivos aluden al fin del trabajo y del día activo, y la equivalencia simbólica con la Venida del Señor.
Un horario entre las 7 y las 10 de la noche es adecuado. Los días que preceden a una Solemnidad
 no tienen Vísperas.

Las «Primeras Vísperas» son la misma oración que Vísperas, pero para los domingos y solemnidades,
que comienzan la tarde anterior y por lo tanto tienen dos vísperas: las «primeras», que son la tarde anterior

(
la del sábado, en el caso de un domingo), y las «segundas», que son las de la propia tarde cronológica
(
la tarde del domingo, sigue el mismo caso).

 Evidentemente, el día anterior cede parte de su tiempo al domingo o solemnidad y no tiene vísperas. 
El versículo Gloria al Padre se dice al final de todos los salmos y cánticos del Oficio de difuntos, como en los demás Oficios.
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Invocación Inicial
La invocación Inicial es para invocar la presencia y auxilio de Dios al comenzar a dirigir mi oración a Él,
es una frase y respuesta breve. Se hace antes del himno, trazando en la frente la señal de la cruz
 † mientras se dice:

V.  Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Himnos
Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos. 
Éstos introducen en la celebración un elemento que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico. 
Además de estos Himnos, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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Himno: ¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?

¿Cuándo, Señor, tendré el gozo de verte?
     ¿Por qué para el encuentro deseado
     tengo que soportar, desconsolado,
     el trágico abandono de la muerte?

Padre mío, ¿me has abandonado?
     Encomiendo mi espíritu en tus manos.
     Los dolores de muerte sobrehumanos
     dan a luz el vivir tan esperado.

Se acabaron la lucha y el camino,
     y, dejando el vestido corruptible,
     revistióme mi Dios de incorruptible.

A la noche del tiempo sobrevino
     el día del Señor; vida indecible,
     aun siendo mía, es ya vivir divino. Amén.
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SALMODIA
Es un conjunto de dos salmos y un cántico bíblico del Antiguo o del Nuevo Testamento que componen la Liturgia de las Horas.
En las vísperas el cántico es tomado del Nuevo Testamento. Éstos son el núcleo principal del Oficio y también su parte más extensa.
Al inicio, cada Salmo tiene un enunciado y una breve cita bíblica o cita de algún Padre de la Iglesia.
A los Salmos se les conoce en hebreo como “Tehillim” que significa “cántico de Alabanza”, 
en griego es “Psalmoi”, que significa “cántico que ha de ser entonado al son del salterio”
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Ant. 1. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.

Salmo 120: El Guardián del Pueblo.           
                              No tendrán hambre ni sed; no les molestará el sol ni calor alguno, (Apoc. 7, 16)

Levanto mis ojos a los montes:
     ¿de dónde me vendrá el auxilio?
     El auxilio me viene del Señor,
     que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
     tu guardián no duerme;
     no duerme ni reposa
     el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
     está a tu derecha;
     de día el sol no te hará daño,
     ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
     él guarda tu alma;
     el Señor guarda tus entradas y salidas,
     ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Señor Jesucristo,
has preparado un lugar tranquilo para nosotros
en el hogar eterno de tu Padre.

Vigila nuestro bienestar en este peligroso viaje,
protégenos del calor del día
y mantén nuestras vidas libres de maldad hasta el final.


Ant. 1: El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________  
Ant. 2: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?

Salmo 129: Desde lo Hondo a Ti Grito, Señor.              
                               Él salvara a su pueblo de los pecados. (Mt 1, 21)

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
     Señor, escucha mi voz;
     estén tus oídos atentos
     a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
     ¿quién podrá resistir?
     Pero de ti procede el perdón,
     y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
     espera en su palabra;
     mi alma aguarda al Señor,
     más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
     como el centinela la aurora;
     porque del Señor viene la misericordia,
     la redención copiosa;
     y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Oración del salmo
Señor Jesucristo,
has preparado un lugar tranquilo para nosotros
en el hogar eterno de tu Padre.

Vigila nuestro bienestar en este peligroso viaje,
protégenos del calor del día
y mantén nuestras vidas libres de maldad hasta el final.


Ant. 2: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
______________________________________________________________________________________________________________________________________ 
Ant. 3: Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida,
             así también el Hijo da vida a los que quiere.


Cántico - Flp 2, 6-11: Cristo, Siervo de Dios, en su Misterio Pascual.   
Dios ha de ser creído tal cual es, invisible, aunque el corazón puro pueda, en parte, contemplarlo (San Columbano)

Cristo, a pesar de su condición divina,
     no hizo alarde de su categoría de Dios,
     al contrario, se anonadó a sí mismo,
     y tomó la condición de esclavo,
     pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
     se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
     y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
     y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
     de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo
     y toda lengua proclame:
     Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Ant. 3: Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida,
             así también el Hijo da vida a los que quiere.
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Lectura Breve: 1Co, 15, 55-57
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley.
¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

Silencio sagrado (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.


Responsorio Breve
V. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado.
R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado.
V. Tu misericordia es mi gozo y mi alegría.
R. No quede yo nunca defraudado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado.
     O bien:
V. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
R. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
V. Tú, vendrás a juzgar a los vivos y a los muertos.
R. Dales el descanso eterno.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
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Cántico Evangélico (Magníficat)
Los cánticos se toman del Evangelio de Lucas. Se rezan o cantan de pie, y se hace la señal de la Cruz al principio de su proclamación.
 El Magnificat, (Canto de María) es un canto de gratitud de la Virgen al caer la tarde cuando el Ángel la encontró en oración.
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Ant.: Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí,
          y al que venga a mí no lo echaré fuera.

O bien, en tiempo pascual:
Ant.: El que fue crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.

Cántico de María - Lc 1, 46-55. Alegría del Alma en El Señor
                                                    (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

† Proclama mi alma la grandeza del Señor,
     se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
     porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
     porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
     su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles
     de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
     dispersa a los soberbios de corazón,
     derriba del trono a los poderosos
     y enaltece a los humildes,
     a los hambrientos los colma de bienes
     y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
     acordándose de su misericordia
     -como lo había prometido a nuestros padres-
     en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
     Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant.: Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí,
          y al que venga a mí no lo echaré fuera.


O bien, en tiempo pascual:
Ant.: El que fue crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.
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Preces o Intercesiones Preces, viene del plural en latín de “Prex” que significa “súplica o ruego”

Cuando el Oficio se celebra por un solo difunto o por varios difuntos:

Oremos, hermanos, a Cristo, el Señor,
esperanza de los que vivimos aún en este mundo,
y vida y resurrección de los que ya han muerto; llenos de confianza, digámosle:
R./ Tú que eres la vida y la resurrección, escúchanos.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas,
- y no te acuerdes de los pecados
  ni de las maldades de nuestro hermano 
(nuestra hermana) N.

Por el honor de tu nombre, Señor, perdónale todas sus culpas,
- y haz que viva eternamente feliz en tu presencia.

Que habite en tu casa por días sin término,
-  y goce de tu presencia contemplando tu rostro.

No rechaces a tu siervo (siervani lo (la) olvides en el reino de la muerte,
- antes concédele gozar de tu dicha en el país de la vida.

Sé tú, Señor, el apoyo y la salvación de cuantos a ti acudimos:
- sálvanos y bendícenos, porque somos tu pueblo y tu heredad.

Que el mismo Señor, que lloró junto al sepulcro de Lázaro
y que, en su propia agonía, acudió conmovido al Padre, nos ayude a decir:
- Padre nuestro.

Cuando el Oficio se celebra por los difuntos en general:

Oremos al Señor Jesús, que transformará nuestro cuerpo frágil
en cuerpo glorioso como el suyo, y digámosle:
 
R./ Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro,
- lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre preciosa.

Señor Jesucristo, consolador de los afligidos,
que ante el dolor de los que lloraban la muerte de Lázaro,
del joven de Naím y de la hija de Jairo acudiste compasivo a enjugar sus lágrimas,
- consuela también ahora a los que lloran la muerte de sus seres queridos.

Señor Jesucristo,
siempre vivo para interceder por nosotros y por todos los hombres,
- enséñanos a ofrecer el sacrificio de alabanza por los difuntos,
  para que sean absueltos de sus pecados.

Cristo salvador, destruye en nuestro cuerpo mortal
el dominio del pecado por el que merecimos la muerte,
- para que obtengamos, como don de Dios, la vida eterna.

Cristo redentor, mira benignamente
a aquellos que, al no conocerte, viven sin esperanza,
- para que crean también ellos en la resurrección y en la vida del mundo futuro.

Tú, Señor, que has dispuesto que nuestra casa terrena sea destruida,
- concédenos una morada eterna en los cielos.

Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a los vivos y a los muertos,
pidamos al Padre que llegue a todos su reino:
- Padre nuestro.

Oración Conclusiva
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que,
al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo,
se avive también nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

O bien:
Señor, Dios nuestro, gloria de los fieles y vida de los justos,
nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo,
te pedimos que acojas con bondad a tu siervo (sierva) N. 
y, pues creyó en la futura resurrección, merezca alcanzar
los gozos de la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

O bien:
Confiados, Señor, en tu misericordia, te presentamos nuestras oraciones
en favor de nuestro hermano (nuestra hermana) N.,
miembro de tu Iglesia peregrina durante su vida mortal:
llévalo (llévalacontigo a la patria de la luz, para que participe también ahora
de la ciudadanía de tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
Para varios difuntos:
Señor Dios, que resucitaste a tu Hijo,
para que venciendo a la muerte entrara en tu reino,
concede a tus siervos (N. y N.), hijos tuyos, que, superada su condición mortal,
puedan contemplarte a ti, su Creador y Redentor.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Para los hermanos, familiares y bienhechores difuntos:
Señor Dios, que concedes el perdón de los pecados
y quieres la salvación de los hombres,
por intercesión de santa María, la Virgen, y de todos los santos,
concede a nuestros hermanos, familiares y bienhechores
que han salido ya de este mundo alcanzar la eterna bienaventuranza.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

O bien otra de las que figuran en el Misal Romano.
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Conclusión
Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo, utilizando una de estas dos fórmulas finales:
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     Fórmula larga:
       (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
     custodie sus corazones y sus pensamientos
     en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. ¡Amén!
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
     Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
     Fórmula breve: 
       † (se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. La bendición de Dios todopoderoso,
     Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
R. ¡Amén!
        Si se despide de la comunidad añade:
V. Pueden ir en Paz.
R. ¡Demos gracias a Dios!

        En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

V. † El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. ¡Amén!
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Por los Fieles Difuntos

COMPLETAS
Oración antes del descanso nocturno

“Él habita en nosotros como el alma en el cuerpo,
a condición de que seamos miembros sanos de él,
de que estemos muertos al pecado."  (San Columbano)


Sus textos aluden al sueño, y a su equivalencia simbólica con la muerte.
El mejor horario es aquel en que efectivamente vayamos a dormir enseguida. 

Aunque hay una Completas para cada día de la semana, es costumbre -aceptada en las rúbricas-
que quienes desean rezarlas de memoria, lo hagan siempre con una de las dos Completas del domingo, 
ya sea la de después de Primeras Vísperas o la de después de Segundas Vísperas.

Las Completas no tienen vinculación estrecha con el desarrollo del calendario litúrgico, excepto el “aleluya”
al final de las antífonas e invocaciones en tiempo pascual.
“El Aleluya” se omite desde el Miércoles de Ceniza 
hasta el Sábado Santo, inclusive.
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Invocación Inicial
La invocación inicial es como en las vísperas.

V.  Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio,
     ahora y siempre, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
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Examen de Conciencia
“Estamos llamados a tener una conciencia limpia hacia Dios y hacia los hombres,
en nuestros corazones y en nuestras mentes, en nuestras acciones y nuestro descanso.
Para hacerlo, es vital que examinemos nuestra conciencia diariamente y que pidamos la misericordia de Dios
cuando nos sintamos débiles, tentados e incompletos y que le pidamos Su fortaleza para mejorar”.
Arrepentirnos y proponer un cambio de actitud pidiendo la gracia de Dios que nos perdona y transforma,
renovando nuestro amor y compromiso con Él.
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Fórmula 1
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia,
el cual, en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial de la siguiente forma:

V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios
     nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.


     Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos,
     que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión:
     por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

     Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
     a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos,
     que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.


V.  El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. ¡Amén!
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Fórmula 2
En este momento es oportuno hacer examen de conciencia o revisión de la jornada.

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:

V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
     que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.


V. Señor, ten misericordia de nosotros.
R. Porque hemos pecado contra ti.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

V.  El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. ¡Amén!
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Fórmula 3
Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia,
el cual, en la celebración comunitaria puede concluirse con un acto penitencial de la siguiente forma:

Después, se prosigue con la fórmula siguiente:

V. Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada
     que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.


V. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre
     para interceder por nosotros: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

V.  El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
     perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. ¡Amén!
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Himnos
Son composiciones poéticas en alabanza a Dios, a la Virgen o a los Santos. 
Éstos introducen en la celebración un elemento que nos ayuda a pasar de lo puramente popular a lo eclesial y bíblico.

Éste himno nos invita al descanso nocturno o a la confianza en Dios. Se pueden cantar a una sola voz o a dos coros.
Además de estos Himnos, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
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Himno: Cuando llegó el instante de tu muerte

Cuando llegó el instante de tu muerte
     inclinaste la frente hacia la tierra,
     como todos los mortales;
     mas no eras tú el hombre derribado,
     sino el Hijo que muerto nos contempla.

Cuando me llegue el tránsito esperado
     y siga sin retorno por mi senda,
     como todos los mortales,
     el sueño de tu rostro será lumbre
     y tu gloria mi gloria venidera.

El silencio sagrado de la noche
     tu paz y tu venida nos recuerdan,
     Cristo, luz de los mortales;
     acepta nuestro sueño necesario
     como secreto amor que a ti se llega. ¡Amén!
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Himno (opcional): Se inclina ya mi frente.

Se inclina ya mi frente,
     sellado está el trabajo;
     Señor, tu pecho sea
     la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
     la voz deja su canto,
     pero el amor enciende
     su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
     con gran amor amado,
     en tu gloria dormimos
     y en sueños te adoramos. ¡Amén!
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SALMODIA
Es un conjunto de uno o dos salmos que componen la Liturgia de las Horas.
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Ant 1. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.

Salmo 87: Oración de un, hombre gravemente enfermo
                              Ésta es su hora: la del poder de las tinieblas (Lc 22, 53)

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
     de noche grito en tu presencia;
     llegue hasta ti mi súplica,
     inclina tu oído a mi clamor.

Porque mi alma está colmada de desdichas,
     y mi vida está al borde del abismo;
     ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
     soy como un inválido.

Tengo mi cama entre los muertos,
     como los caídos que yacen en el sepulcro,
     de los cuales ya no guardas memoria,
     porque fueron arrancados de tu mano.

Me has colocado en lo hondo de la fosa,
     en las tinieblas del fondo;
     tu cólera pesa sobre mí,
     me echas encima todas tus olas.

Has alejado de mí a mis conocidos,
     me has hecho repugnante para ellos:
     encerrado, no puedo salir,
     y los ojos se me nublan de pesar.

Todo el día te estoy invocando,
     tendiendo las manos hacia ti.
     ¿Harás tú maravillas por los muertos?
     ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
     o tu fidelidad en el reino de la muerte?
     ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
     o tu justicia en el país del olvido?

Pero yo te pido auxilio,
     por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
     ¿Por qué, Señor, me rechazas
     y me escondes tu rostro?

Desde niño fui desgraciado y enfermo,
     me doblo bajo el peso de tus terrores,
     pasó sobre mí tu incendio,
     tus espantos me han consumido:

me rodean como las aguas todo el día,
     me envuelven todos a una;
     alejaste de mí amigos y compañeros:
     mi compañía son las tinieblas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
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Lectura Breve:   Jr 14, 9
Tú estás en medio de nosotros, Señor;
tu nombre ha sido invocado sobre nosotros:
no nos abandones, Señor, Dios nuestro.

Silencio sagrado (indicado por una campana):
Un momento para reflexionar y recibir en nuestros corazones la resonancia total de la voz del Espíritu Santo
y unir nuestra oración personal más estrechamente con la palabra de Dios y la voz pública de la Iglesia.


Responsorio Breve

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
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Cántico Evangélico (Nunc Dimittis)
Los cánticos se toman del Evangelio de Lucas. Se oran o cantan de pie, al principio de su proclamación se hace la señal de la cruz.
Nunc dimittis “ahora dejas”– es el canto de gratitud de Simeón, por la promesa cumplida de ver al Salvador antes de reunirse con Él.
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Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
         para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón: Lc 2, 29-32 - Cristo Luz de la naciones y Gloria de Israel.
                                                        (se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Ahora, Señor, según tu promesa,
     puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
     a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
     y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,
     por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos,
         para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
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Oración Conclusiva
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso
vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que,
al levantarnos mañana, le imitemos también
resucitando a una vida nueva.
Por Jesucristo nuestro Señor. ¡Amén!

Oración Conclusiva (opcional)
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que,
Al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo,
Se avive también nuestra esperanza en la resurrección de nuestros hermanos.
Por Jesucristo nuestro Señor. ¡Amén!
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      Bendición 
V. El Señor todopoderoso nos conceda
     una noche tranquila y una santa muerte.
R. ¡Amén!
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                                                           Antífonas Finales de la Santísima Virgen
Esta hora se termina con una de las antífonas de la Santísima Virgen 
que se muestran en el formularioMadre del Redentor, Salve, Reina de los cielos,
Dios te salve española, Dios te Salve latinoamericana; Bajo tu amparo, 
o con algún otro canto debidamente aprobado.
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1.       Dios te salve, Reina y Madre
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

2.       Madre del Redentor
Madre del Redentor, Virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
_____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

3.       Salve, Reina de los cielos
Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles;
salve, raíz; salve, puerta, que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella;
salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros.
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4.       Bajo tu amparo
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,

Oh, Virgen gloriosa y bendita.
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5.       Reina del cielo, alégrate
Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque el Señor, a quien has merecido llevar, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
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6.       María la Aurora. Traducido y adaptado por Diego Cabrera de “Mary the Dawn” by Kathleen Lundquist

María la Aurora, Cristo el perfecto día;
¡María, la puerta, Cristo, el camino celestial!

María la raíz, Cristo la vid mística;
¡María la uva, Cristo el vino sagrado!

María la gavilla de trigo, Cristo el pan vivo;
¡María el rosal, Cristo la rosa rojo sangre!

María la fuente, Cristo la corriente limpiadora;
¡María el cáliz, Cristo la sangre salvadora!

María el Templo, Cristo el Señor del Templo;
¡María el Santuario, Cristo el Dios adorado!

María el faro, Cristo el lugar de descanso;
¡María el espejo, Cristo la visión bendita!

María la Madre, Cristo el Hijo de la Madre.
Ambos siempre benditos por los tiempos sin fin. ¡Amén!
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7.       Ave Maria.  by Melinda Kirigin-Voss  Used with permission • Album: Yesterday, Today, and Forever.

Ave Maria, gratia plena
Maria, gratia plena, Maria, gratia plena.
Ave, ave dominus, dominus tecum.

Benedicta tu in mulieribus
Et benedictus. et benedictus fructus ventris
Ventris tui, Jesus, Ave Maria!

Ave Maria Mater Dei. Ora pro nobis peccatoribus
Ora, ora pro nobis. Ora, ora pro nobis peccatoribus
Nunc et in hora mortis, In hora mortis, nostrae
In hora mortis mortis nostrae. In hora mortis, nostrae. Ave Maria!

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